De todas las dudas que me podían haber surgido los días (y semanas) previas a mi participación en la carrera más dura del mundo, era la más absurda la que más quebraderos de cabeza me daba, ¿Qué harían las vacas cuando pasara a su lado en plena noche en la más absoluta oscuridad?
Se que suena estúpido, pero creo que he perdido la cuenta de la cantidad de veces que he tenido que variar mi ruta por la montaña debido a la presencia de estos seres tan dóciles pero casi siempre acompañadas de toros no siempre tan amables...
Con o sin vacas, está es mi experiencia en mi primera Travesera.
Una de las ventajas cuando comienzas a correr pruebas deportivas de cierta dificultad, es que con el tiempo, se pierde el miedo al fracaso, a los nervios de que nuestro cuerpo caiga vencido por la dureza de la carrera, llegas a tomar las salidas con toda la confianza que antes o después, mejor o peor, cruzaremos la línea de meta. Sin embargo esa sensación comenzó a desaparecer el día que decidí participar en "La Travesera".
El primer día que comencé a sentir que esa sensación de poder con todo se desvanecía fue al terminar el Sahara Marathón, cuando Abel, mi Salmantino compañero de Haima en los campamentos de refugiados, experimentado ultrafondista en multitud de carreras de este tipo me dijo, "... esta ha sido la segunda o tercera carrera más dura de mi vida..." cuando le pregunté cual había sido la más dura, creo que ya os imagináis la respuesta ¿no? efectivamente la Travesera.
El segundo día fue las horas posteriores a los "101km Peregrinos" cuando participantes de diferentes puntos geográfico de nuestra país, hablaban de la carrera como "... buen entrenamiento para la Travesera..." y por su puesto todos calificando esta como la prueba más dura que jamás habían realizado, me resultaba difícil de creerles cuando me hablaban con temor sobre la travesera mientras les veía en sus muñecas pulseras de finisher de Iroman de Lanzarote o camisetas de "Marathon de Sables".
Estaba claro que lo que iba a vivir en la Travesera iba a ser una experiencia dura, incluso por mi cabeza se me planteó muchos días que no pasaría nada por retirarme si me viera mal, que incluso los mejores y más duros corredores en su primer año se habían retirado, idea que jamas había rondado mi mente antes de una carrera...
Y pasaron los meses y las semanas, y sin darme cuenta había llegado al día, como siempre los últimos días culpándome por no haber ido ni si quiera a entrenar alguno de esos collaos que solo mencionar su nombre asustaban a los corredores, me veía con fondo suficiente para afrontar muchas horas de carrera, pero temía una torcedura de tobillo un traspiés, algo que echara abajo todo, y las vacas.... que pasaría con las vacas.... he de admitirlo, estaba nervioso.
Cuando me desperté el viernes aun no era consciente de que la carrera se disputaba esa misma noche, me tomaba que la prueba era al día siguiente, con lo que de cierta forma casi hasta me reducía los nervios, como todos, intenté dormir algo de tarde, tarea que resulto inútil, solo pensaba en empezar, necesitaba sentir que estaba ya en carrera para deshacerme de los nervios, cruzarme con la primera vaca y ver su reacción necesitaba comenzar este nuevo reto...
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Horas previas a la carrera |
Al fin llego la hora, cuando vi el aparcamiento del Repelao ya se me quitaron todos los nervios, el ambiente era inmejorable, algo sosos los organizadores en la megafonía (aun tenemos mucho que aprender de las carreras Vascas), pero la gran cantidad de corredores (entre 350 y 400 he oído), no había sueño, tenía las energías por las nubes, era el momento de comenzar.
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Apunto de salir |
La salida me pareció rapidísima, los casi 2km de asfalto me hicieron romper a sudar, el mejor calentamiento para comenzar la larga subida hasta el Lago Enol.
Al principio aunque se noto la gran cantidad de participantes que nos hizo ir algo despacio en las zonas estrechas, nada más llegar a Orandi ya cogimos ritmo y por fin pude despejar mis dudas, ahí estaban, las primeras Vacas que nos encontraríamos en el camino, el frontal de nuestras cabezas iluminaban sus grandes ojos que nos miraban con asombro.
Antes de llegar a la Vega de Enol, eché la mirada hacia atrás para descubrir la espectacular imagen que dibujaba los cientos de frontales a lo largo de la pista de Les Velenes, una cadena humana que formaba una línea luminosa que serpenteaba por aquellas pistas, que aunque había pasado varias veces por ellas, la noche la convertía en un terreno irreconocible para mi.
Según nos acercábamos al primer avituallamiento, empezaron a multiplicarse el número de espectadores, era increíble ver a tanta gente animando en aquella madrugada. Continuamos por una pista bastante rápida y poco técnica que nos permitió al menos durante unos minutos dejar de mirar al suelo y levantar la vista para contemplar el espectacular cielo cubierto de estrellas que nos acompañarían hasta el amanecer.
El paso por Vega Redonda fue bastante cómodo, me sentía muy fuerte, las horas avanzaban, no sentía ninguna molestia, ni sueño, y apenas sed, esta disfrutado, algo muy difícil de imaginar los días anteriores. Llegados a Jou Santu la nieve comenzó a aparecer, comenzamos cada vez a andar más por terrenos helados, aprovechando las huellas de los corredores anteriores hacían más fácil el paso.
Cuando comenzamos a descender empezaron los problemas, me resultaba muy complicado descender por la nieve sin caerme, sabía que tenía que haber entrenado más, pero no el esquí, y no hubiera venido mal.
Cuando me cansaba de caerme, tomaba la decisión de hacer las bajadas de "culo", creo que para próximas ediciones me plantearé llevar un plástico a forma de trineo.
Pasadas las cinco de la mañana (aproximadamente), divisé por primera vez Caín, parecía tan cercana, pero ni mucho menos, los primeros metros de descenso aún había nieve, y en la primera caida, uno de los bastones se me quedo clavado y rompió a la mitad el último tramo, no había llegado al kilómetro 30 y ya había destrozado un bastón. Sin uno de los palos, me tomé con mucha calma la bajada, cuando pasé por una fuente, cogí una piedra, martilleé el tramo roto y conseguí que encajara en el bastón de forma un poco arcaica pero que cumplía su función, sabía que era un remedio casero pero tenía esperanza que me durara al menos unos cuantos kilómetros.
Amaneciendo llegué al desayuno de Caín, fue el avituallamiento que más tiempo me detuve, a partir de ahí comenzaba la segunda carrera, era de día, tenía que olvidar todo lo anterior y pensar que ahí comenzaba otra carrera, había cumplido el objetivo de llegar a este punto sin estar demasiado cansado, era mi objetivo, llegar a Caín nuevo, no pecar como siempre de romper al principio porque en esta carrera lo pagaría.
Dobresengos me resultó incluso divertido, me encantó tener que trepar, conseguí coger un buen ritmo y llegué a la Horcada muy animado, apenas había tomado geles, me encontraba muy despierto y con fuerzas, y a partir de aquí apenas vería vacas en el camino, todo iba sobre ruedas.
Pero no todo fue tan bonito, al comenzar el descenso hacia Urriellu, el bastón que había conseguido reparar se volvió a partir, esta vez a la altura del anclaje del tramo inferior, con lo que no era posible la reparación, definitivamente me había quedado sin apoyo. Guardé los trozos rotos en la mochila y saqué el segundo tramo del palo hasta el final, era bastante peligroso ya que al no tener punta, el palo me resbalaba si lo usaba sobre superficies lisas, pero era la mejor solución disponible.
Llegué a Urriello con algo de hambre, pero la verdad que las opciones que había en el avituallamiento no me ayudaron mucho, creo que tomé algo de chocolate y medio plátano, aproveché para colocarme una de las polainas que también se me había roto, y continué hacía la parte de la carrera que menos me gustó, la Collada Bonita.
Aunque el paisaje era espectacular y aun tenía fuerzas de sobra, del descenso del collao fue un infierno, agarrado como pude a la cuerda que la organización nos tendió conseguí descender, gracias a los guantes que llevaba evité quemar las manos, pero lo que me encontré abajo no fue muy motivador, había muchisima nieve, no me sentía nada cómodo corriendo sobre esa superficie, además el descenso hacia Sotres se me hizo larguíiiisimo, la única motivación, que me había planteado que si llegaba a Sotres solo había dos opciones, acabar o acabar...
Llegue al avitualliento algo más cansado que en los anteriores, pero el poder cambiarme los calcetines y ver a gente conocida me motivo para seguir con fuerzas, tenía por delante la niña negra de la carrera, El canalón del Jidiellu, había oído hablar de el muchas veces, todos me habían dicho lo duro que se hacía, pero hasta que no te lo encuentras de frente, y con las fuerzas ya mermadas no se hace uno la idea, cada vez que avanzaba un metro parecía que la cima se alejaba dos, el paso final por la lengua de nieve fue casi más de escaladador que de corredor, agarrado a las cadenas y las cuerdas llegué a la cima.
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La cara que me quedo al ver el Jidiellu |
El camino se allanó intenté correr, pero el empedrado camino hizo que mi palo se rompiera, esta vez por el tramo del medio, lo encaje pero estaba totalmente suelto, aunque ya no me importaba, estaba tan cerca...
Cuando llegue a la pista volví a correr, a partir de ahí eche lo que pude hasta llegar al Jitu Escarandi, volví a ver vacas, ya no me preocupaban, estaba tan cerca de la meta que no me importaba pasar pegado a ellas incluso darle a algún beso a alguna de lo contento que estaba de estar tan cerca...
Aunque este tan cerca se me hizo algo lejano, sin duda la peor parte de la carrera para mi, ni Dosbresengos ni Jidiellu, el camino desde Escarandi a Arenas fue un horror, nos calló la niebla, empezó a llover, eran subidas poco pindias pero cansadas, las piernas se resentían del tramo que había corrido por el Caseton de Andara, las banderas que señalaban el camino apenas se veían por la niebla, miraba el reloj y los kilómetros no pasaban, lo que iba a ser un paseo final se estaba convirtiendo en la peor parte de la prueba.
Al fin llegué a la calzada de Caoru, y nada más comenzar probé la dura piedra sobre mi culo, el terreno estaba muy mojado y la piedra muy sobada, no era capaz de correr por ese terreno, mis zapatillas no me daban la adherencia deseada y mis piernas no respondían como al principio, además no quería estropear la carrera por un mal paso, un tobillo roto o similar por arriesgar en los últimos kilómetros.
Cuando acabó la calzada, entré en el Castañeu y comencé a correr todo lo que pude, ahora si que no quería reservar nada, era un terreno sin peligro de caídas, no dejar de correr hasta la meta, ese era el objetivo.
Entré en Arenas, una señora desde su casa me daba ánimos, apenas quedaban unos metros de duro asfalto hasta la meta, nada más cambiar de terreno las piernas empezaron a doler, pero me daba igual, no podía dejar de correr hasta la meta, por fin la divisé, comencé a ver a mis amigos y conocidos animándome, lo iba a conseguir, iba a completar la temporada con mi mayor reto hasta hoy, había terminado la Travesera en mi primer intento, estaba FECHU.
Cuando crucé la meta las piernas se me pararon, idéntico que en los 101km peregrinos, hacía 30 segundos estaba corriendo y ahora no podía ni andar, ya todo me daba igual, había terminado, la carrera que me había quitado el sueño, la prueba que me faltaba para concluir estos 12 largos meses de locuras en el que dejé de soñar las cosas para empezar a hacerlas, en los que me planté que si decía que hacía una cosa la tenía que hacer si o sí, 12 meses que me ha llevado a recorrer siete países, miles de kilómetros de diferentes terrenos, cientos y cientos de personas y amigos nuevos. Experiencias que no se me olvidarán en mi vida por mucho locuras que viva a partir de ahora.
Desde mi viaje a Portugal donde por primera vez me enfrenté a una Ultra en la Maratona Atlantica, hasta acabar el Sahara Marathón, y los 101km peregrinos, pasando por la transalpine-run, y el Goretex TrainingCamp, necesitaba la Travesera para hacer este año redondo, y puedo asegurar que si antes no tenía miedo a enfrentarme a ningún reto, ahora si que no hay nada que me detenga, no hay nada demasiado duro, distancia lo suficientemente larga o vaca, que pueda doblegar mis ánimos a seguir cumpliendo mis locos sueños.