Dicen que la primera vez se acude al Sahara Maratón por la carrera, se vuelve la segunda por la gente y la tercera porque les echas de
menos…
Esta es la historia de un ingenuo que creyó ir a correr una
maratón y encontró a su segunda familia.
الرحلة (el viaje)
Tal vez no sea el más indicado para opinar sobre aviones,
pues aunque son ya unos cuantos vuelos los que llevo en mi vida, el pánico que
sufro en cada uno continúa tan vivo como en la primera ocasión, pero de todas
formas, como siempre ocurre, llegamos a nuestro destino, a las once de la noche
pisé Tinduf.
Nada más bajar del avión, en mitad de la pista se podía ver
un impresionante cielo plagado de estrellas, debido a la escasa contaminación
luminosa, nuestros ojos podía apreciar perfectamente todas las constelaciones,
y no solo sobre nuestras cabezas, también en el horizonte, creando una
sensación perfecta de un cielo esférico sobre nuestras cabezas, ya era realidad,
estábamos en el Sahara.
Aunque aun casi nos separaban cinco largas horas hasta los
campamentos, y eso que apenas estaban a 70km del aeropuerto, pero claro,
estábamos en Argelia, y si una cosa caracteriza a este país, es la falta de
prisas, horarios y puntualidad….
Tardamos dos horas solamente en el control de pasaportes,
donde tuvimos que rellenar las famosas tarjetas de entrada al país, en árabe y
francés, tiempo que nos sirvió para ver el sistema de descarga de las maletas
del avión al aeropuerto, una cinta transportadora formada por dos caballetes y
una tabla, que deslizándola a pura fuerza pasaban por un agujero para terminar
las mismas en el suelo del interior de la Terminal, un método efectivo donde los halla.
Tras pasar el primer control, llegamos a la Terminal donde lo primero
fue descubrir los aseos Argelinos, que básicamente es como la de los bares de
los pueblos pero sin cisterna, o también llamado “el agujero”…
Más de dos horas después del aterrizaje ya empezamos a
montar en los transportes que nos llevarían hasta Smara, eran autobuses donados por la diputación de León, algunos otros
Vascos y al cual más antiguo y destrozado, concretamente en el que me monte le
faltaba una ventana, que al principio me pareció gracioso, hasta que me di
cuenta que la noche del Sahara de calurosa no tiene nada y menos en moviendo…
Así comenzó otro largo viaje por carretera hasta Smara con
continuas paradas, incluso algún susto de choque entre nuestro autobús y otro
que nos precedía, digamos que les gusta ir por la carretera “juntitos”.
Sobre las cuatro de la mañana (si no recuerdo mal) llegamos
a los campamentos, la imagen nocturna de Smara fue como la de estar en un
escenario de Guerra o el decorado de una película en una especie de
retrofuturo.
Recogimos el material y buscamos a la señora que portaba el
número de nuestra Haima correspondiente, la 127.
Nos despedimos del resto de los participantes y seguimos a
aquella desconocida por estrechas calles llenas de construcciones de adobe y
tela.
Cruzamos una puerta metálica que daba a un patio que
centralizaba varias habitaciones de adobe y una gran haima de tela.
Nos invitó a entrar a la sala mas grande, antes de entrar
eché una última mirada al cielo, aquí era aun más espectacular que en el
aeropuerto…
Al entrar nos encontramos un acogedor salón, con un suelo
cubierto por alfombras, unos pequeños colchones en los laterales que hacían la
función de sofás con unos alargados cojines rojos, y unas suaves y llamativas
mantas de colores.
Nos presentamos, la mujer se identifico como Mariam, a continuación otras dos chicas
entraron a nuestro encuentro, una de
ella nos indicó en castellano donde estaba el aseo y nos pregunteo si queríamos
“hacer el té” o dormir, evidentemente a esas horas escogimos la segunda opción.
Había sido un día muy largo, a las ocho de la mañana estaba
trabajando en Gijón y a las cuatro de la mañana en la Haima de una mujer Saharaui,
era un día tan raro que ya nada me extrañaba, solo quería dormir...
هيما (la haima)
La oscuridad de la haima se rompe por la intensa luz que
entra a través de la puerta, me incorporo acelerado sin saber muy bien ni que
día es, si tengo que ir a trabajar, o es domingo de carrera, por un instante
recupero la cordura y al fin me ubico, miro a aquella mujer que la noche
anterior nos había recibido, se encuentra sentada delante de nosotros junto a
un juego de té, un despertar muy distante al de la alarma del despertador o el
politono del móvil.
Desde el primer momento, la tranquilidad y la paz que
transmitía la mujer nos era contagiada a los cuatro invitados que poco a poco
nos despojamos de nuestros sacos para saborear el primero de los muchos tes que
tomaríamos en nuestra semana de convivencia.
La calma se va diluyendo según comienza a entrar más y mas
gente en aquel cuarto, nos miramos mutuamente con timidez, sin saber muy bien
que decir, que hacer, al fin entra en el cuarto una de las chicas que habla
castellano y todo comienza a ser más sencillo.
Cuando rompimos la timidez hicimos las presentaciones, no
recuerdo muy bien cuantas horas duro aquel desayuno, pero muchísimo más que los
diez minutos que le suelo dedicar yo a diario…
La fama de hospitalidad Saharaui se siente desde el primer
instante, la familiaridad con la que nos trataron, el abrir la puerta de su
hogar como si fuera nuestra propia casa hizo que desde el primer día nos
sintiéramos miembros de su familia.
Durante la siguiente semana aquel recinto de adobe se
convirtió en el centro social entre nosotros y la familia de Mariam , donde a
diario nos reunimos para realizar el “TE”, comer, dormir, y por supuesto
bailar, pues si otra característica tiene el carácter Saharaui es el amor a la
música, prácticamente todas las noches de nuestra estancia se cerraban con
duras jornadas de una extraña mezcla de pachanga y música árabe, incluso (por
suerte o por desgracia), nos toco escuchar alguna algún tema de Camela, y eso que no vi ninguna
gasolinera….
الشباب (los jóvenes)
Según
avanza lentamente el día vamos conociendo al resto de la gran familia que nos
acogió en la aventura.
El
encargado de nuestra seguridad, por decirlo de alguna manera, era Mohamed, el único chico de los cinco
hijos de Mariam, que al pobre le tocó la responsabilidad de ser nuestra sombra
durante toda la semana, era increíble la paciencia que llegó a tener el chico,
llegando a esperar horas por nosotros mientras acudíamos a las distintas
actividades del Sahara Maratón, no conseguí estar tranquilo hasta que nos
devolvía sanos y salvos a la
Haima, increíble la gran responsabilidad de un chico tan
joven. Y aunque cuando había más gente elaboraba excelentemente su papel de
señor y hombre de la casa, cuando nos quedábamos solos conseguía soltarse un
poco, incluso alguna conversación que otra de “hombres”, y como no nuestras
largas partidas nocturnas al ajedrez, es lo que tiene hacer las fiestas sin
alcohol, que cuando las terminábamos aun había cabeza para jugar al ajedrez….
Y si
Mohamed era la cara de la moneda, responsable, serio etc… la Cruz era para Monina, prima
(creo) de Mohamed, era la responsable de nuestro compañero y ya veterano en el
Sahara Maratón, Jesús, una chica jóven y sin novio, amante de la música latina,
Bisbal, David Civera… enganchada al
teléfono móvil, sin duda el alma de la fiesta, no comprendo como con ese calor
pudieran tener tanta energía….
Coría,
Leisla, Bakiia y un montón más de hermanos y primos que no recuerdo el nombre o
si los recordara los diría mal, costaba entender mirando alrededor como podían
ser tan felices, y supongo que por esa esperanza y seguridad con la que
hablaban sobre su futuro y su retorno a la tierra que les ha sido robada,
incluso nos decían que cuando volvieran a su tierra nos invitarían a que
viéramos lo bonita que era, que grandioso es no perder la esperanza incluso
cuando desde fuera el futuro se ve tan negro…
Pero ellos son los jóvenes, son el futuro, si ellos tienen
aún sueños de libertad es que aun existe
la esperanza.
السمارة (Smara)
Después
de un largo desayuno y presentaciones los chicos nos llevaron a conocer Smara,
la capital del RASH, uno no se hace la idea de la inmensidad de los campamentos
hasta que los ve con sus propios ojos..
Por
muchas fotos que se vean, videos o incluso las palabras que os pueda escribir
no puede describir el paisaje que crea los campamentos en mitad del desierto,
miles de haimas y casas de adobe repartidos en varios kilómetros a la redonda,
un asentamiento provisional que ya dura 36
largos años.
En los
campamentos todo está construido de tal
forma que sea los suficientemente confortable para vivir pero no para pervivir, pues todo es provisional,
esa es la esencia de los campamentos, que sea una situación provisional. Es lo
que mantiene la esperanza de algún regresas a su hogar…
Supongo
que comparando el asentamiento podría describirse como un retrofuturo, en el
que una ciudad moderna fue destruida y tras ello se ha tenido que sobrevivir
con los restos. Casas de adobe y Haimas junto a antenas telefonicas,
parabólicas y placas solares….
الأطفال (los niños)
Tras el
paseo por Smara volvimos al a Haima, ya era hora de comer, por cierto, una gran
comida muy similar a la occidental, sustituyendo la ternera por Camello, el
resto de las diferencias eran mínimas…
Después
de la comida, la Haima
comenzó a recobrar vida, una gran cantidad de niños de todas las edades
comenzaron a entrar.
Hemos
llegado a contar hasta 13 al mismo tiempo, al principio al ser tantos no me
quedo más remedio que ponerles números.
Numero 1
el pequeño que siempre iba con los mocos colgado, numero dos la chica morena
que no se alejaba de mi, numero tres la chica que bailaba etc…
Con el
tiempo numero 1 se convirtió en SIDI, nº 2 en Maana, Nº 3 en Mugfara, Coría, Sahara,
Navila… es increíble el cariño que se les llega a coger.
Cualquier
niña por naturaleza es inocente y sin maldad, pero en un mundo en que no existe
las posesiones, prácticamente el dinero no tiene validez, no existe las
consolas, ni ordenadores, la relación
entre los niños y su actitud en general es toda una sorpresa para los
que venimos de fuera.
Los besos
y abrazos, juegos, bailes, canciones no paran cuando ellos están por el medio,
es increíble el cariño que les he cogido a esos niños, muchos de ellos se han
convertido en mis hermanitos pequeños, la despedida fue muy dura aun con cerrar
los ojos me pongo triste si pienso en el tiempo que tardaré en volver a verlos,
creo que las fotos resumen mejor que las palabras..
Nuestra
corta pero intensa estancia en los campamentos junto a la familia de Mariam, ha
creado en mi unos lazos que ni el tiempo ni la distancia podrán destruir.
Cuando
creía que la ya no existía nada en el mundo por lo que mereciera la pena
luchar, durante los últimos meses mi visión optimista del mundo se había
nublado viendo que por mucho que cambien las cosas, por mucho que nos
esforzáramos en cambiar, siempre el propio ser humano cegado por el dinero,
material, poder, incapaces de convivir como seres civilizados en el que importe
más un bienestar común que el propio……. De repente, encontrar en mitad del
Desierto, o mejor dicho en mitad de la nada, pero nada de nada de nada,,, en el
paisaje más desolador, sobre la tierra más inhóspita y poco confortable que
puede uno imaginarse, en tal paraje encontrarse a seres humanos llenos de vida,
esperanza, de sueños, capaces de hacerme sonreír, reír, bailar hasta agotarme…
que sin tener nada te lo dan todo y hasta casi se ofenden por preguntarles si
necesitan algo… el considerar a un desconocido tu hermano sin tener ningún tipo
de interés económico intermedio… hace que piense que todavía haya luz en el
corazón del ser humano.



Les echo
de menos como si fueran mis hermanos o primos, se me llegan los ojos de
tristeza solo de pensar que tardaré en volver a jugar con Maana, Sidi, Sahara o
que tardaré en volver a bailar los exóticos bailes árabes con Mugfara, incluso
alguna pachangaza con Monina, que tardaré en volver a saborear el dulce Té de
Mariam o sentir en mis mejillas los besos de la pequeña Navila… Una despedida
muy dura que por otra parte sentí la sensación de que solo es un hasta pronto y
no un Adios….
Los que
hay que van al Sahara a correr, otros a conocer los campamentos, incluso gente
a ayudar a los Saharauis, yo solo quería entender el como se podía seguir así,
como no perder la esperanza, y sin duda encontré la respuesta…
Este es
un pequeñisimo resumen de mi experiencia con los Saharauis de un largo texto en
el que estoy trabajando, pero como no, no todo fueron Tes y bailes, también
toco sufrir y esta fue mi historia…
السباق (la carrera)
A las
cinco de la mañana los tres participantes de nuestra Haima en la distancia de
Maratón nos levantamos…
Según
salimos del cuarto Mariam ya estaba esperándonos con la linterna en la mano
para dirigirnos hacía el punto de encuentro con la organización, que aunque
conocíamos perfectamente como llevar, se negó a dejarnos ir solos…
Un
desayuno ligero de pan, mermelada y mantequilla, café y por su puesto té llenó
los estómagos de los más o menos 100 atletas que tomamos la salida en la distancia
reina (menos de 70 acabaron).
Con
relativa puntualidad tomamos los autobuses hacia El aiun, el campamento más al
sur de los cuatro que forman los refugiados Sarauis, a mi me toco viajar en un
autobús de línea. Durante nuestro trayecto pudimos ver a través de las ventanas
del autobús como un inmenso sol aparecía en el horizonte del desierto, un rojo
espectacular que nos miraba desafiante consciente de que no iba a ser nuestro
aliado en la aventura hacia la que partíamos.
Dos horas
después de salir de Smara llegamos a nuestro destino, estabamos a las afueras
del campamento, otro gigantesco poblado de haimas inundaban el paisaje, los
nervios entre los participantes comenzaban a brotar, para los novatos como yo
era todo una incógnita lo que nos esperaba tras la línea de salida, el suelo
parecía bastante compacto incluso rápido, aunque suponía que no iba a ser tan
bonito.
Después
de una presentación de la carrera y casi sin darme cuenta dieron la salida,
42km me separaban de mi destino.
Los
primeros kilómetros formamos un grupo bastante bueno, y aunque el ritmo era tal
vez demasiado rápido, el terrero era bueno y nos lo podíamos permitir, aún el
sol no era muy intenso y los kilómetros pasaban rápido.
En cuanto
nos adentramos en el desierto lejos de Elaiun, el paisaje era mareante, a 360º
no se veia nada, solo arena y cielo, kilómetros y kilómetros alrededor sin nada
de nada de nada y sobre nuestras cabezas un intenso sol y alguna nube que
apenas nos sirvió de ayuda.
El grupo
comenzó a romperse, tres escaparon, una pareja se quedó más retrasada y yo en
medio.
En los
primeros kilómetros fui superando chicos locales que competían, muchos tal vez
nunca había competido, lo estaban pasando mal, no llevaban ni geles, ni agua ni
nada, pero se comentaba que a los participantes les daban luego muchas
posibilidades de encontrar trabajo (policia y cosas de esas), los corredores
que les pasabamos le ayudábamos en lo que podíamos, yo a un par de ellos le
ofrecí mi agua, increíble que fuerza de voluntad tienen…
El kilómetro
20 apareció casi sin dificultad, no me creía que estuviera tan bien, gestionaba
bastante bien los geles y el agua que llevaba con ayuda de los avituallamientos
de la carrera, el único problema era que no usé polainas y cada poco se me
acumulaba arena en los playeros, tuve que parar a vaciarlos unas tres o cuatro
veces, no era mucha pero soy muy maniático con ese tema.
Por
momentos también sentía mi pié derecho la extraña sensación de congelación,
pero evidentemente no podía ser, así que supongo que sería por el calor, pero
al no estar acostumbrado a este tipo de temperaturas me resulto extraño, por
momentos incluso muy molesto.
Cuando
crucé la media maratón tras el avituallamiento me quedé completamente solo, la
entrada en Aused fue espectacular, todo el pueblo animando en la calle a lo
largo de más de dos kilómetros, ayudaba muchísimo cuando las fuerzas comenzaban
a fallar.
A la
salida de Aused la primera dificultad, una cuesta de arena que daba paso al
inicio de las dunas, la parte más dura de la maratón, fui incapaz de subirla
corriendo, tuve que andar, los pies se me hundian en la arena, el cuadriceps
izquierdo comenzó a dolerme muy intensamente, me dolía andando, corriendo y
parado, estaba cargadísimo, solo el apretarlo con mi mano aliviaba el dolor.
Por
momentos lo llegué a pasar muy mal, aun quedaba mucho, y la pierna no
respondía, me daba igual terminarla andando pero es que ni así cesaba el dolor,
así que recurrí a lo primero que se me ocurrió.
Tome la
salida con dos portageles de velcro en los brazos, así que me los quité y los
uní uno a otro para luego rodearme y apretarme el cuadriceps con el así ya no
tenía que hacer presión sobre el con las manos, cada vez me pasaba por un
avituallamiento me insistían los chicos que esperaba a la ambulancia para que
me lo vendaran y por su puesto me negué, mi respuesta era, “con lo que salí es
con lo que voy a llegar”, nada una cabezonería mía.
Con el
remedio casero conseguí durante varios kilómetros alternar carrera y andar, me
crucé con Rubén que participaba en la media maratón, menudo dos, el cojeando
por su tobillo y yo con mi cuadriceps, menos mal que por esa zona no hacía
videos.
Por
momentos me paraba a respirar, mirar a mi alrededor, iba muy despacio pero
sacaba mucha distancia a quienes iban detrás de mi y también delante, la
soledad absoluta, nadie de nadie de nadie, por momentos tenía que fiarme bien
en los puntos de referencia ( a veces difíciles de ver), para cerciorarme de
que no me había perdido… El calor era duro pero me había adaptado bien, incluso
bebía poco agua.
Cuando
pasé el penúltimo avituallamiento pregunté cuantos km quedaban, me contestan
que 8, en ese momento se me ilumina mi cara, que alegría, menos de diez, era
imposible no acabarla, aunque fuera arrastrándome por la arena, no sabía ni las
horas que llevaba ya en carrera, me daba igual, solo ocho kilómetros.
En el
horizonte se podía ver las antenas de telefonía de Smara, estába cerca.
Ultimo
avituallamiento, 6km a meta, se acabo, me kite el torniquete provisional de la
pierna, el dolor ya era aguantable, podía continuar sin el, comencé a correr y
me puse como objetivo no parar hasta meta, aunque fuera despacio no andar ni
parar hasta cruzar la linea de llegada.
Cada paso
costaba más, los kilómetros se hacían eternos, parecía que Smara se alejaba más
que acercarse…
4 Km a meta, entramos en Smara,
comienzan a llegar niños, me pedían de todo, la gorra las gafas, bufff no tenia
ni fuerzas para responderles, uno me pidió los brazaletes de los geles que se
los dí encantado ya que me quitaban un peso extra.
Apenas
había espectadores en Smara, supongo que se cansaría de tantas horas de espera,
además estábamos en el momento más intenso de sol.
Km 40,
tan cerca pero tan lejos, no veía a nadie, no tenia claro si tenía que seguir
de frente o girar, me costaba ver las señalizaciones, unos niños me indicaron
el camino, como no después de pedirme la gorra que evidentemente no les dí…
Ya
reconocía el camino, era la entrada del desfile que había visto el día
anterior, estaba cerca, no veía el arco de menta pero sabía que estaba cerca.
Giro a la izquierda y al fin, un discreto arco de meta con el logo del Sahara
Maratón, y aunque la emoción era intensa mis ojos no eran capaces ni de generar
lágrimas, los labios secos, los ojos llenos de arena, Conseguido, los 42km más
duros de mi vida, nunca había sufrido tanto muscularmente, y aunque supe
dominar mi cabeza en los momentos más solitarios y apenas sufrí deshidratación
no recuerdo un esfuerzo físico tan duro en esta distancia, cuadro horas y media
de sol, arena, dolor pero había merecido la pena…